Entre dos tierras. Entre La Coruña y Buenos Aires. Entre París y Venezuela. Las de Xoel López y la de La chica son historias de desarraigo. De viajes – físicos y sonoros – a través del Atlántico, enriquecidos por estilos musicales de diversas latitudes, fundiendo lo latino con lo europeo. Dos fascinantes singladuras.
Cuanto más diversa se ha hecho su música, también ha resultado más propia. Es la bendita paradoja que define la carrera del coruñés Xoel López. Comenzó hace más de veinte años al frente de Elephant Band y luego capitaneando Deluxe, proyectos en los que lucía su visión del pop de raíz anglosajona. Pero todo cambió a partir de “Atlántico” (2013), ya publicado a su nombre: empezó a mirar al otro lado del océano, a empaparse del folk latinoamericano y a dar con su versión más rica en nutrientes y en matices, plasmando su condición de viajero, aventurero sonoro, en un giro reconocido con el premio de Mejor Artista Nacional en los Premios de la Música Independiente de 2013. Una senda que ha continuado firme hasta “Caldo Espírito” (2023), un quinto álbum en solitario tan desprejuiciado, honesto, crudo y confesional como es costumbre en él, producido por el reputado Carles “Campi” Campón y con colaboraciones de Meritxell Neddermann o Marina y Teresa, de Repion.
La Chica es el nombre creativo de Sophie Fustec, una artista franco-venezolana que siempre se ha declarado tan amante de Radiohead o los Beatles como de Ravel o Debussy. El álbum “La Loba” (2020), dedicado a su difunto hermano, fue un serio aviso de todo lo que podía ofrecer: empoderamiento femenino, espiritualidad descarnada y un hechizo prácticamente chamánico en canciones como “Agua”, “La Loba” o “Drink”, imbuidas de un minimalismo que resalta lo esencial, el talento puro y duro que no entiende de fronteras, ni geográficas ni estilísticas, y que augura un directo torrencial. El contenido de “Loba” (2020) fue remezclado en 2022 a cargo de Form, Montoya, Fakear y otros productores de la escena electrónica francesa