Minneapolis y Valencia no están tan lejos. Una línea invisible las une. Y en ella se citan los ecos de Neil Young, los Rolling Stones y toda su descendencia. Los conjuran The Jayhawks, emblema del mejor rock norteamericano de las últimas décadas, y Los Zigarros, estandartes del mejor rock en castellano actual.
Los hermanos Ovidi y Álvaro Tormo son apóstoles del rock and roll sin trampa ni cartón. Del que no recurre ni a aditivos ni a colorantes. Del que presume de ser heredero de Tequila, Burning, Los Rodríguez, M Clan o Pereza. Por algo telonearon a AC/DC cuando eran Los Perros del Boogie y a los Rolling Stones cuando ya eran Los Zigarros. Para su cuarto álbum, el notable “Acantilados” (2023), el cuarteto valenciano ha cambiado a Carlos Raya por Leiva en labores de producción, han dado mayor protagonismo a los teclados y ha ahondado en algún desvío funk e incluso “disco”, pero básicamente siguen siendo fieles a los riffs de guitarra infecciosos, los estribillos adictivos y los textos de una desbordante honestidad.
El secreto del mejor rock norteamericano de raíces sigue a buen recaudo. Está en manos de Gary Louris y los suyos. Las canciones de los Jayhawks deparan el poder redentor de los clásicos indiscutibles. Un universo creativo capaz de cauterizar cualquier herida gracias su forma de transformar el legado de The Byrds, Neil Young, The Band o Big Star en un cancionero novedoso e indeleble. Auténticas obras maestras como “Hollywood Town Hall” (1992), “Tomorrow The Green Grass” (1995), “Rainy Day Music” (2003) o “Mockingbird Time” (2011) explican la leyenda de una banda que debería haber sido, popularmente, tan grande como Wilco.