James Blunt es uno de los cantautores británicos pop más sensibles y versátiles de las última dos décadas. Su último trabajo es “Who We Used To Be”, marcado por la fricción con la música electrónica.
Han pasado casi dos décadas desde que James Hillier Blount – nombre real de aquel joven británico – irrumpiera en las listas de medio mundo con temas como “You’re Beautiful” o “Goodbye My Lover”, extraídos del álbum revelación que fue “Back To Bedlam” (2004). Apenas sabíamos entonces que había sido oficial de reconocimiento del ejército británico durante el conflicto de Kosovo en el 1999. Era una estrella salida de la nada. Pero en todo este tiempo, el músico ha demostrado una encomiable capacidad de regeneración, confirmando que es mucho más que un cantautor intimista, detentor de un talento que se inscribe en la línea de David Gray, Chris Martin (Coldplay), Ed Sheeran (precisamente padrino de uno de sus hijos), Sam Smith y otros ilustres caballeros del pop británico. La última prueba es “Who We Used To Be” (2023), su reciente séptimo álbum. Un trabajo en el que, como si se hubiera dejado empapar por la música de baile tan propia de la isla de Ibiza, donde reside desde hace años, ha contado con la producción de Jonny Coffer (Kendrick Lamar, FKA twigs, Beyoncé), Jack and Coke (Rita Ora, Charli XCX), Steve Robson (Take That, Leona Lewis) y Red Triangle (Louis Tomlinson, Rauw Alejandro) para sacudir su argumentario y hacerlo más versátil que nunca, justo cuando podría vivir de las rentas de sus veinte millones de discos vendidos. Una excelente forma de aproximarse a los cincuenta años.