Referente y seguidor. Maestro y discípulo. Una de las influencias más evidentes en la música de Ángel Stanich es la de Quique González, y por eso no es de extrañar que ambos compartan cartel esta noche. Su admiración por los clásicos del rock norteamericano, de quienes tanto han aprendido, también es una pasión compartida.
Quique González es un clásico de nuestra escena rock. Su libro de estilo es inconfundible, siempre surtido por la música de raíz norteamericana honestamente modulada en un castellano evocador, pero su periplo también ha admitido síntomas de reinvención: así fue cuando adaptó los textos del poeta Luis García Montero en “Las palabras vividas” (2019), con la vuelta a los orígenes (desde el poso de la madurez) que fue “Sur en el Valle” (2021) o con el eclecticismo de “Copas de Yate Vol. 1” (2023). El cantante y compositor madrileño honra con su música el legado de Enrique Urquijo, Antonio Vega o Joaquín Sabina, referentes que no le quedan demasiado lejos.
El cántabro Ángel Estanislao Sánchez Durán, más conocido por su nombre artístico, Ángel Stanich, es uno de los fenómenos más peculiares de nuestra música popular: su inconfundible timbre de voz, sus textos indescifrables y su escaso perfil público – no suele conceder entrevistas – le han convertido en uno de los talentos más difíciles de catalogar de nuestra escena. Él se define a sí mismo como un “lysergic songwriter”, y quizá sea esa la mejor forma de definir su discurso, plagado de delirantes historias de carretera y manta, con un imaginario reminiscente de la Norteamérica árida que describen Bob Dylan o Neil Young, la misma que también influye a artistas españoles como Quique González. Cuenta con tres álbumes en su haber. El último de ellos fue el sorprendente “Polvo de Battiato” (2021), en el que apuntaba a nuevos e inexplorados caminos.