Los ritmos calientes del Caribe de ayer y de hoy. La salsa del legendario Gilberto Santa Rosa desde Puerto Rico y la fusión de boogaloo, mambo, cha cha cha y rock de ese misterioso personaje que es Tito Ramírez. Un explosivo programa doble.
La veteranía es un grado para Gilberto Santa Rosa, uno de los grandes nombres mundiales de la salsa y uno de los músicos más influyentes dentro del género, si bien su producción también se amplía a los boleros o a la balada romántica. El músico puertorriqueño ha vendido más de treinta millones de discos de sus más de treinta referencias discográficas editadas en los últimos cincuenta años, desde que debutó allá por 1973. Canciones como “El último adiós”, “Conciencia”, “Conteo regresivo”, “Que alguien me diga” o “Vivir sin ella” son clásicos celebrados en todo el mundo hispanoparlante, y todas ellas son estupendas tarjetas de presentación para adentrarse en la vasta obra de este ganador de dos premios Grammy.
Nadie sabe quién se oculta realmente tras en antifaz que oculta el rostro de Tito Ramírez: lo que sí queda claro es su maestría agitando una coctelera en la que caben el rhythm & blues, el rock, el soul, el mambo, el boogaloo o el cha cha cha. Se le ha definido como una mezcla entre James Brown y Pérez Prado, y con razón. Cuenta con dos explosivos álbumes, “The Kink of Mambo” (2019) y “El Prince” (2023), en los que la combinación de tan diferentes géneros no suena nunca apolillada ni demodé, sino con la fuerza y la vigencia de los grandes clásicos de la música de verdad popular.