Andalucía y Palestina. Dos pueblos, dos sonidos. O mejor dicho: múltiples sonidos en un cruce de caminos. No se les puede entender de otra forma. Por un lado, el G5: el proyecto colectivo creado por Kiko Veneno, El Canijo de Jerez, Diego el Ratón, Muchachito y Tomasito. Por el otro, Saint Levant, el rapero de origen palestino con influencias del hip hop norteamericano y la música árabe.
El G-5 es lo que siempre se ha llamado un súper grupo. O mejor, dicho, en terminología propia, un grupo fantasma, que formaron en 2006 Kiko Veneno, El Canijo de Jerez, (Diego Ratón de Los Delinqüentes), Muchachito y Tomasito. Un proyecto tocado por el halo de la excepcionalidad, porque solo grabaron un disco, “Tucaratupapi” (2006), que está actualmente descatalogado y no se puede siquiera escuchar en ninguna plataforma digital. El G-5 fue siempre a contracorriente, marcando sus tiempos y sus modos. Motivo de más, por si hiciera falta, para recomendar fervientemente un directo cuya especial simbiosis solo se explica desde en vivo, desde el escenario.
Hay que tener arrestos – por no decir otra cosa – para reivindicar los pisoteados derechos del pueblo palestino en el festival californiano de Coachella. Marwan Abdelhamid, que es el nombre real de Saint Levant, lo hizo en 2024. De padre palestino-serbio y madre franco-argelina, el rapero de origen palestino sabe bien de lo que habla, tanto en lo social como en lo musical: es licenciado en Relaciones Internacionales por la Universidad de California (Santa Bárbara) y un músico curtido en las enseñanzas de Wyclef Jean, Michael Jackson, MIKA o A$AP Rocky. Desde que su canción trilingüe (se maneja en inglés, francés y árabe) “Very Few Friends” empezara a petarlo en YouTube, TikTok e Instagram, no ha parado de crecer, y su álbum de debut, “DEIRA” (2024), le augura una carrera deslumbrante.