Es el gran trovador digital de nuestro tiempo. El londinense James Blake ha perfilado un lenguaje propio, rebosante de sensualidad, sensibilidad y delicadeza, sustentado en el r’n’b electrónico, el soul liofilizado y el hip hop fracturado.
“Playing Robots Into Heaven” (2023), el sexto álbum en la carrera del británico James Blake, es la excusa perfecta para su visita a Noches del Botánico, es una nueva muestra de que nadie como él domina de un modo tan apabullante el interiorismo digital en un contexto pop. Más electrónico, más bailable y más consciente que nunca del papel esencial que juega su música en la escena británica post dubstep – esto es, casi todo lo que se ha proyectado desde allí en la última década en el ámbito del pop electrónico –, se trata de una suerte de renacimiento creativo, inspirado en sus años de juventud pero sin nostalgias estériles ni inmovilismos. Dando un paso hacia atrás para luego emprender dos hacia adelante. Una nueva muestra de genio en la carrera de un músico cuyo capítulo de colaboraciones ya nos habla por sí solo de su importancia capital: Rosalía, Kendrick Lamar, Beyoncé, Frank Ocean o SZA. Y con un directo magnético.
