Los bostonianos Pixies son la banda más influyente surgida del rock alternativo norteamericano de los ochenta, con permiso de Hüsker Dü y Sonic Youth. Sin ellos, seguramente Nirvana no habrían existido. Sus conciertos siguen siendo volcánicas lecciones de ruido y melodía.
Descerrajando una volcánica relectura del hardcore norteamericano con trazo propio y un halo de exotismo, Black Francis, Kim Deal, Joey Santiago y David Lovering formaron Pixies en 1986 y se separaron en 1992, sin saber que a partir de entonces se convertirían en leyendas. Discos como “Come On Pilgrim” (1987) “Doolittle” (1989), “Bossanova” (1990) o “Trompe Le Monde” (1991) son obras maestras que rebosan caos, surrealismo y dulzura, concretando la bendita excentricidad del universo lírico y sonoro de Kim Francis, plagado de metáforas sexuales y religiosas. En 2004 decidieron reunirse de nuevo para gozar por fin de la popularidad que se les negó, en forma de conciertos en grandes recintos y festivales. Y aunque Kim Deal se bajó de la nave en 2013, han prolongado desde entonces su discografía con dignidad, en discos como “Indie Cindy” (2014), “Head Carrier” (2016), “Beneath The Eyrie” (2019) y “Doggerel” (2022): este último, el más sólido consistente de los cuatro.